Leire Díez asegura ser una «investigadora literaria» de tramas corruptas para un libro y que no trabajaba para el PSOE
En el teatro de la política española, donde las máscaras caen con la misma facilidad con la que se alzan, pocas actuaciones resultan tan patéticas y descaradas como la protagonizada por Leire Díez. La «fontanera» del PSOE, un eufemismo que en el argot político suele denotar una labor de «trabajo sucio» o de operaciones entre bambalinas, ha decidido salir a escena con un guion que desafía la inteligencia colectiva: asegura que no trabajaba para el PSOE y que su presencia en el epicentro de ciertas tramas respondía a una noble, casi quijotesca, investigación para un supuesto libro.
Ni «fontanera» ni «cobarde», clama. Pero, ¿de verdad alguien puede creerse semejante patraña?
La noticia, publicada recientemente, retrata a una Leire Díez que, acorralada por las sospechas y las evidencias que la vinculan a las cloacas del poder socialista, intenta desesperadamente reescribir su propia historia. No es una militante activa, no es una empleada, no es una estratega… es, simplemente, una «investigadora» literaria. Su relato es un insulto a la inteligencia, una bofetada a la verdad y una muestra de la falta de escrúpulos de quienes, una vez descubiertos, no dudan en aferrarse a la mentira más burda para salvar su pellejo.
El descaro de Leire Díez es tan abrumador que roza lo cómico, si no fuera porque la situación es grave. Vivimos en una era donde la información fluye con una velocidad vertiginosa y donde las conexiones, aunque se intenten ocultar, acaban saliendo a la luz. Pretender que su presencia en despachos, reuniones y operaciones vinculadas al PSOE era meramente periodística o investigadora para un futuro libro es, sencillamente, una farsa. Un libro que, curiosamente, jamás ha visto la luz y del que no hay la más mínima constancia de que existiera más allá de su fértil imaginación de última hora.
Una investigadora literaria
¿Qué tipo de «investigadora» se infiltra hasta el tuétano de un partido político en el poder, participa en movimientos sospechosos y luego, cuando es señalada, se escuda en una vocación literaria tardía? Es la típica estrategia del tramposo pillado con las manos en la masa: negar la evidencia y construir una narrativa alternativa, por muy inverosímil que sea. La realidad es que Leire Díez era una pieza más, una engranaje en la maquinaria socialista, y su labor, como la de tantos otros «fontaneros», no era precisamente la de escribir best-sellers.
La indignación que provoca esta desfachatez no es solo por la mentira en sí misma, sino por el desprecio que Leire Díez demuestra hacia la inteligencia de los ciudadanos. Nos trata como si fuéramos niños pequeños a los que se puede engañar con cualquier cuento. Esta actitud, lamentablemente, no es exclusiva de ella; es un patrón recurrente en ciertas esferas políticas donde la responsabilidad se diluye y la verdad es una moneda de cambio.
El papel de una «fontanera» en un partido político es a menudo opaco, pero fundamental para entender cómo funcionan ciertas dinámicas de poder. Implica contactos, información privilegiada, movimientos discretos y, en ocasiones, la ejecución de tareas que no siempre resistirían un escrutinio público riguroso. Pretender que todo eso era parte de una «investigación periodística» es reírse en la cara de quienes pagan con sus impuestos el funcionamiento de las instituciones y exigen transparencia.
Un libro que jamás existió
Es un claro ejemplo de la falta de escrúpulos que asola a parte de la clase política. Cuando se sienten acorralados, cuando las pruebas se acumulan y el cerco judicial se estrecha, la verdad se convierte en la primera víctima. La honestidad se sacrifica en el altar de la auto-preservación, y la credibilidad se arroja por la ventana. Leire Díez, con su patética excusa del libro, se ha convertido en el epítome de esta triste realidad.
Además, su afirmación de «ni cobarde» resulta especialmente hiriente. La cobardía no solo se manifiesta en la huida física, sino también en la negación de la propia responsabilidad, en el intento de ocultar la verdad detrás de una cortina de humo. Es un acto de cobardía intelectual y moral pretender que su implicación en las entrañas del PSOE era por un proyecto literario. Es cobarde no asumir las consecuencias de los actos y buscar una salida tan peregrina como la que nos ha ofrecido.
Esta situación nos lleva a una reflexión más profunda sobre la necesidad de una limpieza en la vida política. Es imperativo que figuras como Leire Díez, y quienes las encubren o les dan voz, sean señaladas con vehemencia. La credibilidad de un sistema democrático se sustenta en la confianza de sus ciudadanos, y esa confianza se erosiona cada vez que un político o un actor secundario del poder miente de forma tan descarada.
Lo que Leire Díez estaba haciendo para el PSOE es algo que, esperemos, la justicia esclarezca con todo lujo de detalles. Pero su negación, su invención de un «libro» como coartada, ya es un indicio más que suficiente de su falta de honradez y su desprecio por la verdad. Es un recordatorio de que, mientras haya «fontaneros» dispuestos a mentir sin pudor y partidos que los amparen, la regeneración política será una tarea ardua y constante.
La sociedad española merece líderes y colaboradores que actúen con transparencia, que asuman sus responsabilidades y que no intenten tomar a los ciudadanos por tontos con excusas ridículas. Leire Díez, con su intento de disfrazar su papel como una investigación literaria, ha demostrado una falta de escrúpulos alarmante y ha contribuido a la desconfianza que ya de por sí se cierne sobre la política. Su historia no será recordada por un libro, sino por la descarada y patética mentira con la que intentó escapar de la realidad. Y eso, en el gran libro de la política española, es un capítulo que no debería volver a escribirse.